California, EE.UU., septiembre de 2008
Cris se fue a pasar tres meses en California para currar en una empresa del Silicon Valley (no confundir con Silicone Valley). Como yo soy como una pelota de trapo: no reboto una, me decidí a visitarlo tres semanitas aprovechando para cruzar el charco por primera vez en la vida. Aterricé en San Francisco y Cris me esperaba con un coche alquilado. Coche alquilado al que llamaremos desde ahora "Huevo". ¿Por qué Huevo? porque tiene forma de huevo. El modelo es un Chrysler Cruiser no sé qué más con fehaciente aspecto hueviforme. No arruguéis el morro porque si el Beetle era el Beetle, éste es Huevo y punto. No suena peor "huevo" que "escarabajo", es sólo que estáis menos acostumbrados.
El caso es que nos subimos en Huevo y nos fuimos a conquistar San Francisco. Emocionada que iba yo con pisar por primera vez los States que tardé en darme cuenta de que el interior era todo afelpado, de color beige suavito, con textura de peluche. "Algo así debe ser el útero materno", pensé yo. Más adelante caí en la cuenta de que enfrente mío (copiloto) había una barra horizontal. La miré como mira un mono una raíz cuadrada y la única utilidad aparente que le vi fue o la de toallero o la de barra para practicar ballet. Desestimé cualquiera de las dos opciones porque ni tenía el coche piscina ni el habitáculo era lo suficientemente alto para poder subir la pata. Colgué mi chaqueta en el toallero y me relajé mientras recorríamos la ciudad.
Cris tiene un pequeño defectillo (tara) a la hora de conducir: no ve los semáforos. Eso te permite llevar una cómoda vida en lo que conducción se refiere en Puerto Deseado, pero te puede joder vivo en San Francisco. De ahí que cuando coge el coche en ciudad, pongo ojos de lechuza y grito cada minuto y medio "roooojo" al que le acostumbra a seguir su réplica "pero si ya lo he visto, Trini". Para decir verdad le sigue más un "ya lo ví, che", que seguramente en su cabeza sea un "callate". Tras uno de mis "rojoooo", Cris paró y, al arrancar, lento porque no sabíamos muy bien donde íbamos, un taxi situado detrás nos pitó y nos adelantó a toda pastilla, poniéndose delante nuestro y frenando en seco aposta, con lo que chocamos. El taxista, para más inri, nos insultó mientras se alejaba haciendo el típico gesto de "que os jodan" con el dedo. Por suerte, mi nivel de inglés no fue suficiente para entenderlo. Nosotros nos quedamos ahí con cara de "cómooooor" y paramos a ver si el coche estaba bien. Efectivamente, pese a que le habíamos pegado bastante fuerte, no nos había pasado nada ni al coche ni a nosotros. Tras el incidente, por supuesto, adoramos a Huevo, por su "entereza" y proseguimos.
Días más tarde, camino del Parque Nacional de Yosemite, Huevo pinchó una rueda justo en una incorporación a la autopista. Así que ya nos véis a Cris y a mí cambiando una rueda con megatrailers pasando a un metro. Le pusimos la rueda de repuesto y proseguimos viaje. En todo el fin de semana no encontramos un sitio donde reparar la rueda pinchada, así que hicimos unos 300 kilómeteros con lo que los estadounidenses llaman rueda "donut", porque no es mucho más grande que un ídem.
Dos semanas después estábamos devolviendo a Huevo a la empresa de coches de alquiler sabiendo que con él, se iba sin duda un trozo de nosotros. Gracias, Huevo, por resistir.
Foto tras llegar a 40 por hora del viaje a Yosemite donde podéis ver a Huevo y a Donut
"Tractor I", o "antes lo digo, antes se lía..."
Puerto Deseado, Argentina, marzo de 2009
"Este coche es un tractor", dice Norberto, padre de Cris, al entregarnos las llaves de su coche, refiriéndose a la robustez del mismo. Un Renault Clio con el que recorreríamos la Patagonia hasta llegar a Calafate y Chaltén, bien al sur. Horas después del vaticinio de mi querido suegro, tractor nos deja tirados en la cuneta. Por suerte, la avería se debía sólo a un manguito (que junto a "junta de culata" y "cigüeñal" es mi parte del coche favorita) y tras unas horas podemos volver a ponernos en marcha.
Gracias, Tractor, porque sin tí Cris no me hubiera podido echar esta foto frente al Perito:

"Tractor II", the Australian power
Newcastle, Australia, octubre de 2009
Bien, pues todos estos prolegómenos son para hablar de nuestra más reciente adquisición: un coche, al que no hemos dudado en apodar "Tractor II", porque ya apunta maneras. Tractor II es un Toyota Camri de 1986, que no tiene de ná, pero a la vez tiene de tó. Os explico: tiene cierre centralizado, pero sólo para las puertas de delante. Tiene aire acondicionado, pero está roto. Tiene pasada la ITV (Inspección Técnica de Vehículos) pero sólo hasta marzo. Y venía con una tabla de surf del antiguo dueño, pero es de tamaño "profesional del surf", vamos, que dos "patatas del surf" como nosotros no hacemos nada con la tabla de momento.
Lo mejor de Tractor II es sin duda su precio: 200 dólares australianos, alias 120 euros, alias 700 pesos. No está nada mal, ¿eh?
Tractor II es una proeza de la ingenieria motorífica: tiene 4 ruedas, una antena de radio larguísima que cuando uno enciende la radio sube a lo "arriba el periscopioooo" y tiene ¡una pegatina de un burro català pegada al lado de la matrícula! Cuando lo vimos, no nos lo creíamos, pero se ve que el ex-ex-ex dueño compró la pegatina cuando fue de vacaciones a Barcelona (aquí todo cristo ha ido a Barcelona), se la pegó al coche y, por casualidades de la vida, ha acabado en manos de una catalana. Muy fuerte me parece.
Con Tractor II, alias "El retorno. Volví para quedarme" me dispongo a conquistar a medio-largo plazo Australia y, a corto, los alrededores de mi casa. Los que no sepan que yo conduzco, collejón. Bueno, no, los que no sepan que yo conduzco, normal, porque me saqué el carné de conducir hace tres años con el único objetivo de que me dejaran de decir en modo bucle: "sácate el carné, sácate el carné", con sus múltiples variables: "...que eso siempre va bien", "...que mira que lo mismo lo necesitas para trabajar", "...que si algún día vas con alguien al que le da una angina de pecho y quedas atrapada en arenas movedizas, no sabrás sacarlo". Ni que fuera yo Atreyu. Total, que como me lo saqué para que todo mi entorno cerrara la boca y pasara a preguntarme lo siguiente en la lista (creo que como ya había acabado la carrera, lo siguiente era, "¿... y no te echas novio? " ) pues no he conducido desde entonces. Es lo que pasa cuando una hace las cosas sin ganas.
Cris, por suerte, ahora que me he animado a coger el coche, ha tenido a bien darme unas lecciones en un polígono industrial cerca de casa, donde no hay muchos coches ni nadie puede resultar herido de consideración. Llevo sólo tres clases pero lo genial es que como no conduje nunca más que para sacarme el carné no tengo vicios cogidos y me resulta igual de difícil conducir por la derecha que por la izquierda.
Gracias, Tractor II, por ser "nuestro primer coche". Te queremos. No te mueras nunca. Norber, por favor, no abras la boca ;)